domingo, agosto 17, 2008

Camille Claudel et Auguste Rodin. Almas Gemelas.

Almas gemelas. Aquel primer encuentro en el taller, rodeada de figuras a medio terminar, el polvo flotando en el aire, vestida con el amplio jubón que utilizaba para esculpir, fue impactante para el ya maduro artista de barba rojiza y ojos miopes. Camille le deslumbró. "Una frente espléndida sobre unos magníficos ojos de un azul tan extraño que difícilmente se encuentra fuera de las portadas de las novelas", diría de ella su hermano, el escritor Paul Claudel, en 1951. Pero no sólo fue su belleza, le fascinó su obra. Nada más ver sus yesos descubrió en ella un alma gemela, alguien que como él vivía por y para los perfiles. Alguien que, como él, se zafaba del academicismo para liberar las figuras, dotarlas de movimiento y emoción, transformando poses clásicas en nuevas formas de poderosa vitalidad. No pasó mucho tiempo antes de que Rodin le propusiera trabajar en su taller. La única mujer entre sus alumnos, rápidamente convertida en objeto de guiños y sonrisas, desde que se hizo evidente el magnetismo que ejercía sobre el maestro. Su rostro, su talle, sus formas, pronto fueron reconocibles en sus esculturas, para escándalo de su familia. Antes musa que modelo y amante.
"Mi muy querida, caído sobre ambas rodillas ante tu precioso cuerpo que abrazo", le escribió Rodin a finales de 1884, principios de 1885. La pasión por el arte y por sus propios cuerpos les unió e inspiró obras como El eterno ídolo, El beso, La aurora y El pensamiento, firmadas por él, y Sakountala o el abandono, La edad madura y los bustos de Rodin, por ella. Robaban tiempo a sus vidas, quedándose un poco más tarde que los demás en el taller para poder estar solos hasta que en 1886 Rodin alquiló la casa conocida como Le Clos Payen o La Folie Neubourg. Allí establecieron un taller privado que, sin embargo, no fue un hogar común. Él nunca abandonó, quién sabe si obedeciendo a la ternura, al amor o a la culpabilidad, a quien fue su paciente y fiel compañera, Rose. En su primer día de ingreso, el doctor Truelle le diagnosticó "manía persecutoria" y "delirios de grandeza". se creía víctima de "los ataques criminales de un famoso escultor", como consta en los documentos recientemente hechos públicos.
En su pequeño reducto de creación, ambos trabajaban de igual a igual. Pero fuera de esas cuatro paredes, ella era sólo la alumna de Rodin, o peor, su amante. Cada vez que exponía llegaban a sus oídos los comentarios de quienes veían detrás de esos desnudos la mano del maestro, no la creían capaz de crear por sí misma, pese a las palabras del artista: "Le he enseñado dónde encontrar oro, pero el oro que encuentre le pertenece a ella". En general, las críticas fueron positivas pero no vendía, no recibía encargos. Todo lo contrario que Rodin: en su taller los cinceles de sus ayudantes no descansan, es nombrado caballero de la Legión de Honor, expone junto a Monet, le piden un monumento a Victor Hugo y otro a Balzac...
Camille se sentía humillada, oscurecida por el genio de su mentor; quería demostrarse a sí misma y a los demás que era una mujer, sí, pero también una gran escultora. En 1894 se inicia un progresivo distanciamiento de la pareja que se convierte en una ruptura definitiva a finales de 1898. Ella era presa de los celos, artísticos y amorosos. Era consciente de que Rose siempre se interpondría entre ellos porque Rodin ni siquiera se planteó dejarla cuando estuvo embarazada de un hijo que nunca llegó a nacer. Se estableció por su cuenta. "Se me reprocha (¡espantoso crimen!) haber vivido sola", escribiría en 1917. Pasó así unos años de febril dedicación a la escultura en los que apenas salía de casa, abandonada de sí misma y sufriendo penurias económicas. Finalmente cayó enferma, tanto que en diciembre de 1905 se organizó en París una última gran exposición con 13 de sus esculturas. Pero la muerte se volvió esquiva. Comenzó a sentir miedo, apenas comía por temor a ser envenenada y destruyó a martillazos sus propias obras. Eran los primeros síntomas de una demencia que tenía como eje de sus iras a Auguste Rodin, al que tanto amara.
El 3 de marzo de 1913 moría su padre, Louis-Prosper Claudel, la única persona de su familia en la que Camille encontró algo de comprensión. Una semana después, el 10 de marzo, fue arrastrada fuera de su apartamento e introducida en una ambulancia. Su madre, Louise, había firmado los papeles para su internamiento en el sanatorio de Ville-Evrard ante la opinión médica de que sufría severos trastornos mentales que la hacían peligrosa para sí misma y para los demás. "Triste sorpesa para una artista; eso fue lo que obtuve en lugar de una recompensa, suelen ocurrirme semejantes cosas", escribiría ella después.
Claudinette, canta Lidia Borda. Tango

2 comentarios:

JoLuis dijo...

que historia triste....y que bello tango
salu2

Anónimo dijo...

Te felicito por el blog.El mio es elarqueroazul.blogspot.es,hago poesía o intentos pasate si te apetece...Saludos