Amo esta vida, la amo de verdad. Me imagino que la eternidad debe tener lo suyo, y no dudo sea hermosa, pero si se me permite elegir, yo deseo retornar no importan las lágrimas que haya padecido, no me importan las penas y sacrificios, no me importan tampoco las deslealtades que padecí, los momentos en verdad difíciles, la depresión que casi me extermina, las carencias económicas, las infaltables preocupaciones, las molestias físicas, todo con tal de volver a ver a mi amada por vez primera, volver a sentir aquella emoción de la primera cita, la primer vez que tomé su mano, el primer beso. Yo Pedro estuve presente en el terremoto de 1985 que devastó la Ciudad de México –proseguía la narración el extranjero que amaba nuestro país-, fui un fiel testigo y doy testimonio de ello de la hermandad y solidaridad de este hermoso pueblo. Todos mano con mano y con auténtica vocación de servicio, sin que nada ni nadie los obligara, dando la vida por salvar la de otros, por mejorar las condiciones de los demás. Nadie me lo contó, yo lo atestigüé, y quedé francamente impresionado. Por eso digo, si alguna vez habrán de transplantarme un corazón, pido que sea el corazón de un mexicano.
Al perseguir el anhelado edén, imagino que me privaría de la gran satisfacción que se experimenta al realizar un sueño, al alcanzar una loable meta. Descubrí que el placer más grande es cuando te obsequias, cuando de corazón te entregas a alguien. Regalarte es servir, es aportar, es amar. En el edén nadie ocupa ni requiere nada. ¿Cómo entregarme a alguien que no requiere ni lo necesita? Me privaría de esa gran sensación El edén por ende es “per se” una negación a la felicidad, es algo contradictorio. Elegiría atravesar la puerta para renacer con la única esperanza de volver a ver el rostro de mi amada entre mis brazos, y volver a sentir a su lado esos tímidos rayos del sol en nuestra piel, después de nuestra primera vez, que al igual que la última, ha sido inolvidable.
Deseo volver a nacer, pero que sea en mi México y si se puede, en mi Guadalajara hermosa.
Palabras de: Leonardo del Cio.
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