domingo, noviembre 23, 2008

Quiero verme en el viento. Cuento de Susuru.

El dolor vuelve. Un cosquilleo maldito sale de una de las vértebras sacras y recorre mi pierna derecha como si estuviera recibiendo una descarga eléctrica. Respiro profundamente y exhalo HA!!!, una y otra vez HA!!!. Quiero amigarme con mi dolor, quiero vencerlo. Pongo música, me relajo y trato de visualizar imágenes de mi próximo viaje a Calafate. Me está costando visualizarlo, me está costando soñar. Decido recordar los versos de León Felipe.. Están grabados en mi memoria desde hace mucho tiempo. Respirando profundamente y con la mayor de las calmas repito esas letras tan conocidas esperando concretar el milagro de soñar y digo:
Soñar es decir 4 veces
44 veces
444veces
4444 veces
por ejemplo: YO NO QUIERO,
yo no quiero yo no quiero yo no quiero
no quiero verme en el tiempo
ni en la tierra
ni en el agua sujeto
quiero verme en el viento
quiero verme en el viento
quiero verme un dia
libre
en el viento.
Y me visualizo libre en el viento, acurrucada porque tengo frío. El frío me estremece. Alguien me tapa con una manta que huele a flores .silvestres. Me aferro y me enlazo a esos dedos gruesos y callosos, que me están cubriendo. Pido que no me abandone, que tengo frío, que quiero ir a Calafate, que venga conmigo. Ruego, pido: - no me abandones, ven conmigo. Una mano grandota, pesada, se posa sobre el centro de mi cabeza y me transmite seguridad ternura, calma. Respiro, exhalo, suspiro. La otra mano sostiene la mía como si estuvieran fusionadas, como si las dos fueran una misma. Una voz gruesa, clara, serena entra en este sueño que ya no sé si es un sueño o si sueño que sueño. Y en ese sin saber de sueños y ensueños comienzo a sentir la brisa aliviadora que me transporta por misteriosos y mágicos caminos al Calafate.
Se dice que cierta vez Koonex, la anciana curandera de una tribu de los tehuelches, no podía caminar mas, sus viejas y cansadas piernas estaban agotadas, pero la marcha no se podía detener. Entonces Koonex comprendió la ley natural de cumplir con el destino. Las mujeres de la tribu confeccionaron un toldo con pieles de guanaco y juntaron abundante leña y alimento para dejarle a la anciana curandera , despidiéndose de ella con el canto de la familia. Koonex, de regreso a su toldo, fijó sus cansados ojos a la distancia, hasta que la gente de su tribu se perdió tras el filo de una meseta.Ella quedaba sola para morir. Todos los seres vivientes se alejaban. Comenzó a sentir el silencio como un sopor pesado y envolvente. El cielo multicolor se fue extinguiendo lentamente. Pasaron muchos soles y muchas lunas hasta la llegada de la primavera. Entonces nacieron los brotes, arribaron las golondrinas, los chorlos, los alegres chingolitos, las charlatanas cotorras....Volvía la vida. Sobre los cueros del toldo de Koonex, se posó una bandada de avecillas cantando alegremente. De repente se escuchó la voz de la anciana curandera, que desde el interior del toldo, las reprendía por haberla dejado sola durante el largo y riguroso invierno. Un chingolito tras la sorpresa, le respondió: “nos fuimos porque en otoño comienza a escasear el alimento, además durante el invierno no tenemos lugar en donde abrigarnos”.“Los comprendo” — Respondió Koonex — Por eso a partir de hoy tendrán alimento en otoño y buen abrigo en invierno, ya nunca me quedaré sola.”..... y luego la anciana calló. Cuando una ráfaga, de pronto, volteó los cueros del toldo, en lugar de Koonex se hallaba un hermoso arbusto espinoso, de perfumadas flores amarillas. Al promediar el verano, las delicadas flores se hicieron frutos y antes del otoño comenzaron a madurar tomando un color azulmorado de exquisito sabor y alto valor alimentario. Desde aquel día algunas aves no emigraron y las que se habían marchado y se enteraron de la noticia, regresaron para probar el novedoso fruto del que quedaron prendados. Los tehuelches también lo probaron, adoptándolo para siempre. Desparramaron las semillas en toda la región y, a partir de entonces, “EL QUE COME CALAFATE, SIEMPRE VUELVE ...”.
Se produce el silencio y la mano lleva a mi boca un fruto exquisito que saboreo y derrito en mi boca mientras mis ojos se abren descubriendo que está anocheciendo. Mi cuerpo transpira, retiro la manta que me cubre, busco la mano que estaba aferrada a la mía. La ventana está abierta. Se asoma la luna.

6 comentarios:

Unknown dijo...

Estoy muda.... Me IMPACTO TODO EL BLOG !!! No pongo nada xq nO se que decir !!!
Y decile eso Ale ! no seas chambona !!!
No se que decirte hermana !!! Tu papá el palo borracho y tu hijo ..... IMPERDIBLES !!
Un abrazo

Ale

isis de la noche dijo...

Qué bellísimo cuento amiga!! Cómo comienza, lo que dice, cómo termina..

No hay mejor remedio para el alma y el cuerpo que esos sueños.. que no lo son tanto...

I. Robledo dijo...

Vaya, amiga que historia tan bella como profunda en su calado. Felicidades...

Y felices sueños...

Un abrazo, Susuru

Inuit dijo...

Es muy hermosa, tanto la primera parte, en el dolor, como los poemas que enlazan la historia que dará pie a el relato tan bello de la hechicera. ¡Cuánta sabiduría hay p0r estas tierras tan mágicas para nosotros!
Inuits

JoLuis dijo...

me gusta la historia.
¿me invitas a volar contigo?
a mí me hubiera gustado que subieras una foto de los glaciares o algo más de Calafate, que el arbusto.
son ideas, no te enojes.

Rina dijo...

a mí me recordó un libro que leí hace muchísimos años y que hablaba de las costumbres de los esquimales que hacen eso mismo con sus ancianos, que voluntariamente se dejan abandonar y esperan la muerte solos....
y... sobre el dolor físico....
ese es el más fácil de remediar...
el del alma no tiene cura sencilla.
siempre estoy meditando en que lo más importante en la vida es no perder el asombro y las ganas de llevar a cuesta día a día lo que nos toque vivir.....y procurar la sonrisa a pesar de todo.... allí está la grandeza...
rina