Cuando era niña y salía a caminar de la mano con mi padre acostumbrábamos a conversar de todo un poco.
A veces, él me hacía sentir muy importante y otras era yo quien lo admiraba por todas aquellas cosas que sabía responderme.
Las caminatas con mi padre tenían sabor a nostalgia, y a la vez estaban pintadas de esperanza, de valor, de cosas nuestras.
Hoy recuerdo que entre tantas cosas que algunas veces le pregunté, era como se llamaban esos árboles del parque al que concurríamos, y que los veía tan diferente a los demás.
Una y otra vez preguntaba y siempre me respondió lo mismo:- ese, es un palo borracho.
Mi insistencia, mi curiosidad, eran a repetición.
-Y por qué se llaman palos borrachos, si los árboles no se emborrachan?
Una tarde soleada, cuando el parque estaba tapizado de ese verde que sólo alcanzaba en primaveras estupendas como esa, papá se sentó en un banco del parque y yo a su lado.
Me miró seriamente y me dijo: ya que sos tan insistente y ninguna respuesta te satisface, te voy a contar el por qué tienen ese nombre esos árboles que te intrigan tanto.
Con mucho entusiasmo, escuché esa voz grave, que me fue describiendo esta leyenda, que hoy siendo adulta, la disfruto con alma y ojos de niña, como si fuera aquel día.
" La leyenda del Palo Borracho es una de las más hermosas concepciones de la mente indígena. Contrariamente a lo que cabe suponer por la forma del árbol, el hombre criado en la selva cree que éste representa el cuerpo de una mujer; cuerpo que se va formando en tres períodos de vida: la juventud, en la que el árbol muestra su tronco con la esbeltez, de una doncella; el de la plenitud, en el que el mismo muestra las formas de la mujer en su vigor espiritual y físico, y la vejez, en la que el árbol muestra las formas maduras de la matrona, reposada, que se convierte en "madre nuestra pegada a la tierra" ... Pegada a la tierra por la fuerza de un designio. En los tiempos en que la luna bañaba su precioso disco en las aguas de los grandes ríos aprisionados en la floresta, existía una tribu de indios cuyos hombres eran de un valor, extraordinario, y sus mujeres de mágica hermosura. Una de ellas sobresalía de todas por su exquisita bondad que se unía a sus nobles condiciones para completar un digno marco de atracción y de alabanzas. Muchos guerreros ambicionaban llevarla a su tienda por compañera, y muchas estrellas fueron testigos de las rondas y canciones que le prodigaban al son de instrumentales de sonoros acordes. La joven india, que había rendido las pruebas que se exigían a las mujeres de su tribu llegadas a la pubertad, tenía su elegido en uno de los indios de su pueblo. Era un esbelto guerrero que en más de una ocasión había puesto a prueba su coraje. El amor los fue uniendo hasta que quiso la fatalidad que la tribu se trabara en lucha con otras enemigas. Partió el amante con sus compañeros, no sin antes solicitar de los labios de la amada la fidelidad que guardaría durante su ausencia. Ella le prometió un amor eterno y juré sobre los huesos de sus abuelos que no unirla su cuerpo a otro que no fuera el que había elegido y amado con extraño frenesí. Su espera sería eterna, hasta que las, sombras la arrojaran en medio de la noche y la muerte le diera el sosiego a su espíritu dolorido. Transcurrieron muchas lunas sin que los guerreros ofrecieran noticias. Cuando la convicción de la muerte se extendió por la tribu, la india, desposeída de su bien amado por el triste designio, escuchó indiferente palabras de amor de bizarros hombres del pueblo. A ninguno hizo caso, porque en su corazón se habla abierto una herida profunda causada por el dolor y que no se restañaría por largo tiempo. Desesperada se hundió en la selva para dejarse morir en ella. Poco tiempo resistió el peso de la vida su físico debilitado. Una mañana, a la llegada de la primavera, los indios que se dirigían a cazar, la encontraron muerta entre los matorrales. Decidieron llevarla hasta el pueblo; pero, en momentos de cargarla sobre una parihuela, notaron que sus brazos se alargaban en forma de ramas y que su cuerpo se redondeaba tomando, la forma de un árbol de extraña configuración. Su cabeza se doblegó hacia el naciente, sobre el tronco, y de los dedos: empezaron a brotar flores blancas de gran hermosura. Los indios retornaron impresionados a su tribu y allí contaron lo que habían visto. Sólo algunos días después se animaron a volver al lugar donde se hallaba la india muerta, convertida en árbol. Al llegar comprobaron que las flores se habían teñido de un ligero color rosado y que ya no había quedado ningún vestigio, de humanidad. El árbol se levantaba seguro sobre su robusto tronco y su ramaje florecido, se desparramaba en su graciosa copa. Termina la leyenda diciendo que las flores blancas son los suspiros de amor y las lágrimas de la india que se tiñen de rosa por la sangre derramada en el campo de batalla, y que las raíces del árbol absorben de la tierra para llevarla a las corolas. Extraído de: "El mito, la leyenda y el hombre."
Usos y costumbres del folklore", Félix Molina-Tellez-
Editorial Claridad, Primera edición, Buenos Aires 1947.
8 comentarios:
Ay.. pero qué bella leyenda amiga!!!
¿Te imaginas? una promesa de amor eterno que termina uniendo las almas, de cualquier forma..
Me suspiro amiga...
¡y qué belleza de árbol! la magia de una mujer enamorada deja huellas indelebles en el tiempo y en el espacio..
Un abrazo grandísimo querida...
que últimamente me estás haciendo suspirar mucho ¿eh? ;)
Un tierno recuerdo: la niña con su papá paseando por el parque y charlando.
Una bella leyenda que une las experiencias humanas con la naturaleza.
Hermosos relatos que nos has traído! Las leyendas indígenas son riquísimas y tu relato sobre las caminatas con tu papá me hizo recordar mucho cómo me sentía yo con el mío. Besos!
Que bonito, querida Su: Los recuerdos junto a tu padre nos trasladó a la niñez, y la leyenda es preciosa.
Poco a poco me iré poniendo al día pues me he perdido algunas cosas. Gracias por acompañarme en el camino.
Besitos
Qué lindos relatos! Y cuánta sabiduría en esas leyendas... de esas que ya no se construyen más...
Besos.
Qué preciosidad de historia Susuru...me ha encantado.Todas las leyendas con tintes de amor son maravillosas y escucharlas de labios de un ser tan querido como tu propio padre...fantástico.
Voy a leerla otra vez, pues en serio que es hermosísima...
Me gusta ese árbol.
Un beso grande.
me hubiera gustado mucho tener la oportunidad de hablar con mi viejo, así como contás vos esta historia.
me emocioné.
gracias!!!!
no me perdí ni una tilde, ni una expresión tanto de tus recuerdos como de la leyenda extraordinaria.
gracias por aumentar mi curiosidad.
rina
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