domingo, febrero 04, 2007

BALADA AL CLARO DE LUNA: por Marie Christine Marsella Romero

« L’ homme n’est qu’un roseau ( ... ) mais c’est un roseau pensant » .Blaise Pascal (1623 - 1662 ) Plaza Francia .......Buenos Aires Estaban ahí, concentrados, preparando y despertando sus cuerpos para entrar en escena. Los espectadores que se habían ido agrupando estaban atentos sabiendo que el espectáculo estaba por comenzar. No se habían equivocado, de repente la música que venía de las profundas entrañas del bandoneón como un gemido se imponía patética, fatalista, libre y conquistadora. Este sonido, como un estremecimiento de vida, con su atmósfera lánguida, emotiva y misteriosa nos envolvía dentro de una esfera íntima y hechizante. Estábamos listos para la invitación a un viaje, viaje hipnótico a otro espacio, a otro tiempo, a otra dimensión. ¿Pero lo sabíamos? Desde una postura erguida, fiera, con un gesto discreto de la cabeza, ella lo invitó. Seducido y halagado el aceptó la invitación. Vestido de negro, con un aspecto altivo, casi tenebroso pero expresivo, parecía decirle “ aquí estoy yo”, ante su mirada sostenida y determinante había respondido “presente”. La tomó en sus brazos, sin una palabra. Se habían posicionado con precisión para que el cuerpo de cada uno rozara el cuerpo del otro, y desafiando lo prohibido se armó la pareja. Y el tango tomó vida! Ella, esbelta, con zapatos negros de taco aguja, había vestido o más bien desvestido sus piernas finamente modeladas, con elegantes medias negras de red que dejaban pasar a través de su trama todos los fantasmas errantes de los espectadores. Su negro vestido ajustado, insinuaba algunas tranquilizantes redondeces, el más mínimo movimiento de la tela acariciaba la pierna. Eran bellos! Enlazados cuerpo a cuerpo, cada uno en su volumen ocupaba su espacio, habían eliminado toda distancia que pudiera separarlos, parecían dispuestos a entenderse. En una implícita conexión íntima, él, ligeramente hacia atrás de su pareja, había apoyado su mano derecha entre los omóplatos y su cintura. La de ella descansaba sobre su hombro derecho y las dos manos reunidas, suspendidas en el aire, ligeras y distendidas creaban un tercer volumen virtual, como algo no dicho, discreto pero muy presente, porqué el tango se baila en una relación de tres volúmenes. Era como si la música externa se armonizara con la música interna, dejando espacio al silencio para que se manifestara la respiración de ambos “Yoes”. Estaban reunidos en una profunda intimidad, física y emocional, en estrecha relación con la melodía que les permitía mantener el ritmo, una música sensual plena de insolencia y de pasión. Con un movimiento liso y suave, se deslizaban sobre la punta de los pies, plenos de elegancia, las piernas semiflexionadas en alerta, listas para responder al estímulo del otro y jugar el juego de la improvisación. Como verdaderos calcos anatómicos, encastrados uno dentro del otro, en un juego oscuro, sutil y discreto, sus miradas se cruzaban y parecían penetrar una dentro de la otra. En el tango, la parte superior del cuerpo, la que lleva el nombre de cuerpo dramático, es el lugar donde se expresan las emociones a través del juego de las miradas y de los gestos, en tanto que la cintura funciona como una articulación entre la parte superior y la inferior que se llama el cuerpo expresivo, es el que permite expresar con el juego de las piernas, el virtuosismo de los bailarines. Sus caras brillaban con miles de matices de vida y de malicia. Unidos uno con el otro, moldeados uno con el otro, pero no idénticos ni fusionados, eran una unidad, una complementariedad de uno más uno. El espectador sólo observaba una imagen, pero si en algún momento uno de los dos era más visible, era porqué la pareja había perdido su unidad. El tango es una danza sensual, caliente, osada y deliciosamente provocativa. Sus manos se acariciaban, sus cuerpos ondulaban. Cada uno ocupaba perfectamente su lugar en el fuego creador de la danza y de la música. En una intima relación, los cuerpos y los movimientos se inscribían dentro de un triángulo virtual, armónico, sin esfuerzo pero sin perder nunca la tensión necesaria y suficiente, encadenando y desencadenando los pasos y las combinaciones. Ese arte parecía tan sencillo y perfecto porqué habían logrado la maestría. Milagro...Distancia de los cuerpos reunidos que se separan y sin embargo se reencuentran! Parecían percibir el tango desde el interior; Fluía como una danza natural, en círculos, sin brusquedad, con movimientos felinos, presentes y flexibles, siempre en alerta para adaptarse el uno con el otro. Estaban siempre dispuestos, listos! Esto parecía tan simple y natural. Como todo el resto del cuerpo, en un “mudo juego sin palabras” las cuatro piernas dialogaban entre sí. De tanto en tanto, uno se introducía en el espacio del otro, enlazando sus piernas entre las piernas de su pareja. A veces, en un movimiento envolvente, todo en sensaciones, ella dibujaba curvas con su cuerpo ondulante y lo rodeaba como lo harían brazos benevolentes y protectores. Los cuerpos parecían hablarse con sus propias palabras, un lenguaje ya escrito, imborrable, arquetípico. Daban la impresión de flotar, ligeros, aéreos, trasmitían su alegría y el placer de bailar. Parecían auténticos. De sus cuerpos, verdaderas herramientas de comunicación, emanaban gestos delicados, elegantes, audaces y sinceros. De su respiración serena, surgía un lenguaje en donde la creación y la improvisación danzaban como una unidad. Aún el juego de la provocación, del misterio, de la realización del designio, de los dibujos coreográficos, fluía sin tropiezos, siempre expresivo, sostenido y nunca monótono. Esta expresividad parecía manifestar la vida con sus claros y oscuros, sus diferentes tonalidades, sus ocultas nebulosidades y dramatismos.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

WAUUUUUU...cuánta sensualidad!!!
Lindo relato.
GLORIA

JoP dijo...

Sensualidad, voluptuosidad y precisión literaria para describir. Se necesitaron muchas palabras para expresar el encuentro que el tango propone a los cuerpos.
¿Anhelo de contacto y de pasión?