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EL NÁUFRAGO URBANO
Pasó esto
Caminar era la excusa para la charla. Dialogar es una forma de hacer huella y los pasos se confunden con palabras.
Los dos. Ella y él se repitieron en alternativas sendas, porque la mujer optaba por la sombra de los árboles robustos y el hombre por la visión del mar. Se unían en las distancias recorridas por las frases, en las voces ocasionales para prevenir dificultades en la marcha.
Fueron años y oraciones. Metros triviales y pisadas trascendentes. Fueron hijos, dudas, omisiones y generosas concesiones. Hasta que pasó esto. Ella no deseaba ponerle nombre a la enfermedad. Las enfermedades tienen nombres que no duran, que se cambian, que se hacen confusos y específicos. El fue perdiendo en la memoria y las palabras. El tiempo le borraba los recuerdos y los verbos y, como una consecuencia lógica, desaparecieron los caminos, los árboles y la sombra.
Ella apeló a médicos y plegarias, a remedios y caricias, hasta que recurrió al mar.
Lo llevó a la costa. Un brazo de él en el hombro de ella, su brazo en la cintura de él acompañándola hacia delante. Esperando con paciencia cada paso, mirándole los ojos y los labios.
La vista de él estaba en otro tiempo y otro espacio, hasta que ella percibió el milagro. La mirada de siempre antes y de nunca ahora. El vio el mar, la vio a ella, levantó un brazo, le tocó el otro hombro y como quien sea que está perdido todo y entonces, palpa sus objetos más valiosos, la volvió a mirar a ella y su última conciencia le trajo unas palabras. Ella y el mar, sus últimos pasos. Y ella y el mar pudieron escuchar con claridad la súplica…”no dejes que me olvide”.
Publicó: TODO CONTROL Nro.: 45
Foto: Mar del Plata por JOP
1 comentario:
Me gusta tu entusiasmo, tu forma de ver la vida y tu personalidad que se deja ver en las cosas que compartes, en tu blog, en tu manera de escribir. Qué alegría conocerte y dichosos los que aprenden de tí.
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