miércoles, marzo 07, 2007

de: EDUARDO GALEANO

CELEBRACIÓN DE LA FANTASÍA Fue a la entrada del pueblo de Ollantaytambo, cerca del Cuzco. Yo me había despedido de un grupo de turistas y estaba solo, mirando de lejos las ruinas de piedra, cuando un niño del lugar, enclenque, haraposo, se acercó a pedirme que le regalara una lapicera. No podía darle la lapicera que tenía, por que la estaba usando en no sé que aburridas anotaciones, pero le ofrecí dibujarle un cerdito en la mano. Súbitamente, se corrió la voz. De buenas a primeras me encontré rodeado de un enjambre de niños que exigían, a grito pelado, que yo les dibujara bichos en sus manitas cuarteadas de mugre y frío, pieles de cuero quemado: había quien quería un cóndor y quién una serpiente, otros preferían loritos o lechuzas y no faltaba los que pedían un fantasma o un dragón. Y entonces, en medio de aquel alboroto, un desamparadito que no alzaba mas de un metro del suelo, me mostró un reloj dibujado con tinta negra en su muñeca: -Me lo mandó un tío mío, que vive en Lima -dijo -Y anda bien -le pregunté -Atrasa un poco -reconoció.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Leo esto de Galeano y me dan ganas de preguntarte si entre esos chicos y vos, tu infancia, hay algo en común.
Todo está tan, tan, SU, que aunque no nos veamos seguido, te leo y te adivino.
¡Qué energía que tiene este espacio!!!!

JoP dijo...

Galeano y su inmensa ternura con los excluidos. Su visión increíblemente humana en medio del revuelo de la madurez y los años sedimentados.
Ojalá pudieramos seguir jugando con relojitos dibujados en la muñeca...

Molo dijo...

Notable. Exquisito, como todo lo que hace ese monstruo uruguayo que tanto admiro. Un beso grande.