La Víspera. Susuru

Como palabras que se van al viento. Palabras que se convierten en arenilla y se arremolinan, se entrelazan, se retuercen, se quiebran, se besan, se amontonan, se rompen se pierden en el verde aceitoso de las hojas desprendidas de los viejos y jóvenes paraísos del Parque de la Concordia en una mañana tormentosa.. Así siento mi discurso cotidiano en esta tarde de verano que el sol quema y abraza en un Buenos Aires despoblado y silencioso.. El aire acondicionado envía aire fresco mientras dispongo sobre el piso agujas de tejer y coser de diferentes tamaños y grosores, hilos de seda, cintas aterciopeladas en tonos ocres, rubí, oro, esmeralda, nacarados, fluorescentes y opacos para dar las últimas puntadas a una alfombra que empecé a construir con retacitos de juventud acumulada. Uniendo cada borde con perlitas, diamantes diminutos y cristales de roca. Así bordé las luces que me guiarán en este intento de recorrer volando cada vez más alto mi destino, hasta quedar acurrucada en el tibio regazo de una robusta y platinada nube. Todo quedó perfectamente encastrado y amalgamado. Mi alfombra mágica está lista y extendida sobre el piso. Envuelvo mi cuerpo con gasas, tules y encajes etéreos. Lo apoyo sobre la multiplicidad destellante de colores de mi alfombra, mi obra de trabajo y amor en escena. Cierro los ojos. Parpadeo una y otra vez. Estrellitas iridiscentes se cuelan por las pupilas, por las pestañas. Aspiro el perfume de los nardos, flores de puro amor, de dicha, de encuentros pasionales.. Siento una suave brisa que me empuja, me eleva. Un suspiro dibuja una sonrisa en mi boca y suena una serenata en mi alma.