Yo sigo a la vida tal como se me
presenta
De la misma manera que seguiría el vuelo
de un ave.
La sigo y no la discuto.
Lawrens van der Post.
Son las siete y quince de una mañana
de octubre a cuatro mil metros sobre el nivel del mar desayuno un tazón de café
con leche y esparzo sobre la blanca espuma pintitas de canela. Huelo el aroma
antes de beber y me impregno de colores y sabores desconocidos. Unto una
tostada con dulce de cayote. Mi lengua deshace lentamente lo fibroso y muerdo
un triángulo de queso con nuez. Un balcón con vista al lago y elevaciones
montañosas son mis sedantes naturales.
Dedos de terciopelo suben por mi
espalda. Hace calor. Ese fuego intenso se apodera de mí y siento que soy un
racimo de flores de ceibos que se desangra en los turquesas cristalinos del
espejo de agua. El sol rota para pintar muros y puentes con una paleta desganada
de tantas pinceladas dóciles que ensayan una turba extraña de tonalidades
desconocidas. Una jarra transparente con jugo de naranjas bien helado se posa
en mi mesa y la vierto sobre la copa de cristal para sorberlo lentamente y
refrescarme y corro y corro en búsqueda del barrilete azul que se enganchó en
la ladera del anfiteatro tallado a puro viento sobre rocas puntiagudas. El
vibrato de la soprano me eleva y subo y subo. Allí está mi hermana, me tomo de
su mano. Llegué al paraíso y disfrutamos juntas un tiempo sin tiempo, sin
relojes ni horas acompañadas de fragancias que la brisa trae desde lejos. Nubes
de arándanos abortan en el cielo y nos teñimos de dulzor violáceo y somos
marcianas enganchadas en los anillos de Saturno. Papá nos llama. Su voz grave
se hace eco y atraviesa desiertos y valles. De la mano ambas volamos hacia él
estacionándonos en un lapacho amarillo. Se enturbian mis ojos. Me protejo del
sol. Otra vez estoy sola. El hornero cuida su nido y el vuelo del halcón me
inclina para conversar con los pumas y zorros escondidos entre las matas de la
selva cuando nadie nos ve. Caigo sobre una tuna y las espinas se clavan en mi
espalda. Grito, duele. Sólo cardones de compañía que visten el desierto, las
ruinas, la pobreza de mi casa de chapa y madera con algunos ladrillos de adobe
y techo de paja. Sobre la cocina de leña las manos de mi abuela revuelven en una
olla enorme y pesada trozos de zapallo y cal viva. A la noche me lanzo a
recorrer la vida como se derrama el vino en la mesa y surjo en medio de este
caos cotidiano en que fieras y hombres
se disputan las flores, el sol, el oro. Y soy escritora que relata sobre la
vida y la agonía que aparece con la muerte. Mi pluma es ave que vuela en torno
de una rama que la vanidad de un día ventoso dejó trunca.
Susana Ruggiero
DERECHOS RESERVADOS
6 comentarios:
Hola, Sususr! Cuánto tiempo sin leerte. Esta vez me has dejado pasmado, parece que has tenido una pesadilla. Tomo nota de la receta del desayuno para probarlo y ver si yo también vuelo a través del tiempo. Un beso desde España, guapa.
Hola JUAN!!! verdaderamente este blog estaba muy descuidado. Intentaré ponerlo en marcha nuevamente.
Este relato fue escrito luego de las vivencias obtenidas de un viaje al norte de mi país.
Ya pasaré a VISITARTE POR TU CASITA VIRTUAL.
Un abrazo enorme desde mi verano porteño.
Susu: se me antojò el queso con nuez y solo imaginar ese jugo de naranja me abriò el apetito.
què padrìsimo viajar por tus sentidos .... hace màs rica la vida cotidiana.
rina-Mèxico.
Amiga Susuru ¿Cómo sigues?
Muy buen aporte !! Qué bellas imágenes!!
Un placer!
Besitos
Amalia
Gracias Amalia por llegar hasta aquí y dejarme tu parecer. besos
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