viernes, agosto 26, 2011

URITORCO

Hojeo lentamente una revista de turismo argentino. Tengo ganas de ascender al cerro Uritorco y busco información En el living de casa el volumen de la música que sale por los parlantes de la TV dice presente con fuerza, Esa intensidad me invita a conectarme con la película que se está proyectando
que una vez finalizada me da la certeza que en octubre recorreré Córdoba y sus lugares más fascinantes como el que cuenta esta historia: Miles de turistas, expedicionarios, metafísicos y entusiastas de todas las latitudes del mundo, se dan cita para ascender el Cerro Uritorco. Más allá de las razones individuales que motivan a su ascensión, el cerro presenta un sendero excelente para realizar un completo ejercicio cardiovascular con un grado de dificultad medio. La excursión comienza en el balneario La Toma, que está enclavado sobre un bosque autóctono del lugar. Nos esperan unos 6 Km. de trekking hasta la cima en un tiempo estimado de 3 a 4 hs. a paso normal para completar el trayecto. El tramo inicial presenta una pendiente pronunciada, cubierta por vegetación de tala, acacias y quebrachos. Es importante encontrar el ritmo de ascenso e intentar mantenerlo. Comenzaremos la expedición y a nuestra izquierda nos acompañara la ciudad de Capilla del Monte y el Dique el Cajón. Luego de 15 minutos de iniciada la excursión veremos el peñón del Uritorco que nos acompañará gran parte del trayecto. Si realizamos la ascensión con un guía de montaña del lugar es muy probable que nos relate alguna de las historias que envuelven al cerro, lo que hará que sea más interesante la travesía. Aprenderemos que Uritorco significa "Cerro Macho" en idioma Comechingón, y que esta tribu utilizaba el cerro para realizar sus ceremonias. La leyenda cuenta que Uritorco era un joven indio enamorado de la muchacha Calabalumba. Ella era la hija de un hechicero que desaprobaba la relación amorosa y en consecuencia se convirtió en una satánica figura para perseguir a los enamorados. Pero la fuerza del amor era más fuerte y decidieron huir, siendo permanentemente acosados por el demonio de la muerte. Cuando éste finalmente los alcanzó, los dos jóvenes se transformaron: él en el magnífico cerro y ella en ese río de lágrimas que brota de sus entrañas. Luego de transitar la primera hora de caminata encontraremos una vertiente donde podremos descansar y reabastecer las caramañolas. Continuaremos la marcha, siempre respetando el sendero y pronto llegaremos a la mitad del circuito, donde se encuentra una casa de piedra y adobe en un llanura que se presta para descansar e incluso acampar. Sabremos que una de las teorías sobre este lugar mágico y energético es la que sostiene la existencia de una ciudad subterránea llamada Erks cuya entrada no puede ser cruzadas por cualquier mortal, y que esta ciudad se comunica con otra dimensión y otros puntos del planeta a través de interminables pasadizos. Invito a todos a descubrir mi país. Les encantará.

lunes, agosto 08, 2011

LA PASIONARIA.

En conversaciones de café con amigos hablamos de diferentes temas, entre ellos sobre los indios guaraníes. Llegué frente a mi computadora en estado romántico y nostalgioso y de allí surgió este post con una bellísima leyenda de la Flor Pasionaria que aquí dejo para quien quiera disfrutarla:

Mburukujá era una hermosa doncella española que había llegado a las tierras de los Guaraníes acompañando a su padre, un capitán del ejercito de la Corona. Mburukujá no era su nombre cristiano, sino el tierno apodo que le había dado un aborigen guaraní a quien ella amaba en secreto y con el que se encontraba a escondidas, ya que su padre jamás habría aprobado tal relación. En realidad, su padre ya había decidido que ella desposara a un capitán a quién el creía digno de obtener la mano de su única hija. Cuando le revelaron los planes de matrimonio, la joven suplicó que no la condenaran a consumirse junto a un hombre a quien no amaba, pero sus ruegos solamente lograron encender la cólera de su padre. La doncella lloró desconsolada, tratando de conmover el inflexible corazón de su padre, pero el viejo capitán no sólo confirmó su decisión sino que además le informó que debería permanecer confinada en la casa hasta que se celebrara boda. Mburukujá debió contentarse con ver a su amado desde la ventana de su habitación, ya que no estaba autorizada a salir a los jardines por la noche y difícilmente lograba burlar la vigilancia paterna. Sin embargo, envió a una criada de su confianza para que lo informara sobre su triste futuro. El joven indio no se resignó a perder a su amada, y todas las noches se acercaba a la casa intentando verla. Durante horas vigilaba el lugar, y sólo cuando se percataba de que los primeros rayos del sol podían delatar su posición se retiraba con su corazón triste, aunque no sin antes tocar una melancólica melodía en su flauta. Mburukujá no podía verlo, pero esos sonidos llegaban hasta sus oídos y la llenaban de alegría, ya que confirmaban que el amor entre ambos seguía tan vivo como siempre. Pero una mañana ya no fue arrullada por los agudos sones de la flauta. En vano esperó noche tras noche la vuelta de su amado. Imaginó que el joven indio podría estar herido en la selva, o que tal vez había sido víctima de alguna fiera, pero no se resignaba a creer que hubiese olvidado su amor por ella. La dulce niña se sumió en la tristeza. Su piel, otrora blanca y brillante como las primeras nieves, se volvió gris y opaca, y sus ojos ya no destellaron con hermosos brillos violáceos. Sus rojos labios, que antes solían sonreír, se cerraron en una triste mueca para que nadie pudiera enterarse de su pena de amor. Sin embargo, permaneció sentada frente a su ventana, soñando con ver aparecer algún día a su amante. Luego de varios días vio entre los matorrales cercanos la figura de una vieja india. Era la madre de su enamorado, quien acercándose a la ventana le contó que el joven había sido asesinado por el capitán, quien había descubierto el oculto romance de su hija. Mburukujá pareció recobrar sus fuerzas, y escapándose por la ventana siguió a la anciana hasta el lugar donde reposaba el cuerpo de su amado. Enloquecida por el dolor cavó una fosa con sus propias manos, y luego de depositar en ella el cuerpo de su amado confesó a la vieja india que terminaría con su propia vida ya que había perdido lo único que la ataba a este mundo. Tomó una de las flechas de su amado, y luego de pedirle a la mujer que una vez que todo estuviera consumado cubriera sus tumbas y los dejara descansar eternamente juntos, la clavó en medio de su pecho. Mburukujá se desplomó junto al cuerpo de aquel que en vida había amado. La anciana observó sorprendida como las plumas adheridas a la flecha comenzaban a transformarse en una extraña flor que brotaba del corazón de Mburukujá, pero cumplió con su promesa y cubrió la tumba de los jóvenes amantes. No pasó mucho tiempo antes de que los indios que recorrían la zona comenzaran a hablar de una extraña planta que nunca antes habían visto, y cuyas flores se cierran por la noche y se abren con los primeros rayos del sol, como si el nuevo día le diera vida. Nota: Los jesuitas, identificaron la flor del mburucuyá con los atributos de la pasión cristiana: la corona de espinas, los tres clavos, las cinco llagas y las cuerdas con que ataron al Jesús en el Calvario. Y en los rojos e irregulares frutos, los religiosos creyeron ver las gotas coaguladas de la sangre de Cristo. Esta flor tan singular, se cierra como si se marchitara al ponerse el sol, y se abre cobrando su brillo natural cuando amanece.

Una flor tan barroca como el siglo en el que fue introducida en Europa, a finales del XVII. Sufrútice trepador, provisto de zarcillos, hojas alternas, pecioladas y divididas en cinco gajos oblongos. Las flores solitarias, ligeramente perfumadas y pecioladas recuerdan la corona de espinas y los clavos, símbolos de Jesús Crucificado. Sépalos y pétalos son muy parecidos, de colores variados, desde el blanco verdecino al morado de la foto.